“Según el relato de Cuauhtémoc, guerrero jaguar de Tenochtitlán. Otro presagio. El lago que rodeaba la gran ciudad de Tenochtitlán se elevó, aunque no hacia viento, e hirvió como si le hubieran calentado. Espumó hasta que se abalanzó sobre las casas de la ciudad, arrastrándolas con el. Acompañé a nuestros dignatarios al encuentro con los recién llegados. Viajamos hasta la costa atravesando los territorios de nuestros enemigos tlaxcaltecas. Cuando salimos de la jungla, los extranjeros nos dieron la bienvenida, aunque mantenían sus armas al alcance. Les dije que éramos los aztecas, representantes del gran Moctezuma. Su jefe dijo que eran españoles y que se llamaba Cortés, aunque pareció complacerle que nos refiriéramos a él como Quetzalcóatl. No me parecieron dioses, aunque sus armaduras y animales parecían de otro mundo. Le ofrecimos a Cortés regalos del mejor algodón y penachos de plumas de pájaros, pero parecía mas interesados en los adornos de oro. Preguntó una y otra vez si había más oro en Tenochtitlán. Cortés ya se había adentrado en el territorio de los tlaxcaltecas. En un principio, hubo escaramuzas entre los tlaxcaltecas y los españoles. Pero cuando Cortés se enteró del tamaño de Tenochtitlán y del número de nuestros valientes guerreros aztecas, les propuso a los tlaxcaltecas una alianza para atacar a los aztecas.”