Los soldados de Barbarroja estaban destrozados. Algunos caballeros se suicidaron. Otros se convirtieron y se unieron a los sarracenos, convencidos de que el mismo Dios les había abandonado. De todas maneras quedaba un puñado de guerreros que todavía no quería subir a un barco para regresar a Europa. El cuerpo del poderoso Barbarroja fue sacado del río y guardado en vinagre en un barril. El ejército del Sacro Imperio Romano no se uniría a la Cruzada. Pero todavía tenían la oportunidad de obtener una pequeña victoria. Los guerreros supervivientes hicieron el voto de llevar el cuerpo de Barbarroja a Jerusalén. ¡Aunque muerto, el Emperador cumpliría su promesa!