“El emperador del Imperio Romano de Occidente tenía una hermana llamada Honoria, que tras muchos años de confinamiento en sus habitaciones, tuvo la absurda idea de mandarle una carta a Atila en la que le pedía que se casase con ella. Hay que suponer que Honoria no sabía dónde se estaba metiendo. Aunque Atila poseía numerosas esposas, se dio cuenta de inmediato de la ventaja que esa unión podía ofrecerle. Cambió repentinamente de planes. Ya no invadiría Constantinopla, sino Roma, en el Imperio Romano de Occidente. Y de hecho exigió como dote la mitad de aquel imperio. Atila envió a los hunos a través del Rin y fraguó alianzas con otros jefes bárbaros. Algunos, especialmente los borgoñones y los ostrogodos, se unieron a la confederación huna, mientras que otros, como los visigodos, aprovecharon para obtener el favor de Roma oponiéndose a los hunos. Cuando Atila entró en la Galia, lo que actualmente llamamos Francia, se limitó a afirmar que reclamaba con la fuerza lo que era suyo por derecho propio, por su matrimonio con Honoria.”